sábado, 6 de noviembre de 2010

DOS

Sin espejo como guía, (sabemos escondernos de aquello que nos atormenta) , había decidido utilizar su vestido mejor.. ese negro que las maravillas de la óptica le hacía reducir lo que el infortunio de la realidad le impedía.
Maquillada para la ocasión, y rodeada del mas exquisito aroma francés que pudiera imaginar.. creía poder olvidar que odiaba en su cuerpo las marcas le dejaban sus excesos, (O tal vez, pensaba que los demás lo hacían.)
Se decía en su silencio una y otra vez que podía controlarlo, que era ella quién decidía cuándo, intentando convencer a propios y extraños.... pero sabía desde sus tristezas que no era capaz de evitar sucumbir a las delicias que la acompañaban desde la infancia, y esa noche.....rodeada de extraños, de los de siempre.. no iba a ser la excepción.. iba a controlarlo.. iba a medir su insaciable necesidad, su pecado mas cruel, ante desafiantes miradas cruzadas que le hacían recordar desde susurros que intentaba en vano desatender que había nacido esclava de sus deseos.
La noche se hacía interminable (.. tanto como esa sensación infinitamente lejana de la saciedad que la acompañaba desde siempre...) y ante cada ofrecimiento.. ante cada deleite frente a sus ojos.. sentía como se diluían sus pensamientos de rectitud y su propia mente la traicionaba aceptando una, otra y otra vez.... sabiendo que en cuanto estuviera de vuelta.. en cuanto pudiera despojarse a solas de su negra y perfumada carcel se entregaría a sus placeres hasta terminar con todo aquello que encontrara en su camino..
Pasaban las horas.... y había creido ser mas que sus moldes.. hacía rato no aceptaba un bocado mas.. su gran amiga merecía su comportamiento.. merecía no tener un desagradable epicentro en su fiesta.. (su racionalidad lo sabía.. y parecía haberla llevado a controlarse, a creer que era capaz de disfrutar la velada sin ese sentimiento en la garganta)
Pero finalmente volvió.. su “Dantesco tercer círculo” había terminado para ella esa noche... ya no necesitaba pagar las penas de sus excesos, ya no tenía que explicar sus decisiones.. ni a ella misma, ni a nadie mas... estaba finalmente entregada a sus mas bajos instintos,.. con la única luz que necesitaba para sentirse plena.. la de su heladera abierta.

1 comentario:

More dijo...

Cómo te echo de menos, Cecilia querida.