martes, 28 de septiembre de 2010

Que el cielo espere sentado.


Telegrama
Texto: Murió mamá
Firmado: mamá
Mi padre terminó de leer y con el papel, aún en la mano, miró hacia un punto fijo. Sus ojos brillaron mucho más. Yo era pequeña y no entendía bien ese texto. Mi madre me explicó que, la primera mamá del texto era mi bisa, y que quien firmaba era mi abuela Marie Louise. Yo dije:
-Ah!
Mi bisa era una señora que yo había visto muy poco. Alta y blanca con pelo negro, muy negro. Ella hablaba sonriendo un castellano calmo, educado y le demostraba mucho amor a mi padre. Un cariño de esos sin contacto físico. Intercambiaban miradas, sonrisas cálidas y mucho respeto.
Mi padre cogió una camioneta y se dispuso a conducir hasta Onagoity. Debía llegar al funeral.En ese tiempo, yo no sabía mucho acerca de eso que le sucedía a alguna gente: morir.

sábado, 25 de septiembre de 2010

LANDO







 I

Cuando era niño tuve un perro, un manto negro. Lando se llamaba. Lo trajo mi papá una tarde al volver del trabajo. Era tan chiquito, que mi papá lo había puesto en el bolsillo de su campera.
A mi mamá mucha gracia no le causo el animalito.
En esa época vivíamos en una casa chica con un pequeño patio de tierra en el fondo. Solamente un cerco de ligustros nos separaban de los demás patios. Muchas veces el perro del vecino, Juan Carlos (el vecino, no el perro), se mandaba por los ligustros (el perro, no el vecino) y destrozaba las flores de mamá, cuando no le mordía las sábanas colgadas en el tendedero.
Papá se sentó conmigo en el piso, puso a Lando entre nosotros, y mientras este me olfateaba las manos, me explicó que tener un perro implicaba responsabilidades.
-Mamá y yo no podemos hacernos cargo del perro- me dijo-. Solamente si vos prometes darle de comer, sacarlo a pasear y limpiar sus desechos, será bien recibido. De otro modo, tendré que devolverlo.
-Te juro que lo haré, papá. Papá, ¿puede dormir conmigo?
-¡De ninguna manera!- dijo mi mamá desde la puerta de la cocina, donde estaba escuchando la conversación-. ¡Va a llenar la cama de pelos!
Mi papá acarició a Lando.
-Solo por esta vez- me dijo.
-¿Estoy pintada yo, acaso?- se enfadó mi mamá encarándolo a mi viejo-. ¡Martín, contestame!
Pero ya mi papá y yo habíamos salido al patio a jugar con Lando.
Esa noche, y todas las noches subsiguientes, Lando durmió en mi cama hasta el final de sus días.